Halloween
Sebastián Lavalle Pérez
El
Halloween o mejor conocido como la noche de brujas o día de muertos se celebra
a finales del mes de octubre y principios de noviembre, es una de las tantas
fechas esperadas por todo el mundo ya que recordamos a nuestros familiares que
ya se nos adelantaron y celebramos con disfraces de nuestros personajes
favoritos o representaciones de terror y maratones de nuestras series o
películas de terror. El día se
asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado y está fuertemente
ligado a símbolos muy populares que apetecen terror como lo son las arañas, los
fantasmas, las calabazas con caras etc... Las
actividades típicas de Halloween son el famoso truco
o trato y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita de casas
encantadas, las bromas, la lectura de historias de miedo y el visionado de películas
de terror. En algunos países de
Latinoamérica se acostumbra a salir por la noche
con los niños más pequeños disfrazados a pedir dulces y cantando. Los mayores
suelen acudir a fiestas nocturnas después de llevar a los más pequeños a pedir
dulces. También para los niños se hacen fiestas, aunque durante el día.
Hoy en día, Halloween es una de las fechas más
importantes del calendario festivo estadounidense y canadiense. Algunos países
latinoamericanos, conociendo aún esta festividad, tienen sus propias
tradiciones y celebraciones ese mismo día, aunque coinciden en cuanto a su
significado: la unión o extrema cercanía del mundo de los vivos y el reino de
los muertos. En Europa son muchas las ciudades en las que los jóvenes han
decidido importar el modo con el que Estados Unidos concibe Halloween
celebrándolo con fiestas y disfraces. Aunque en algunos lugares, como
Inglaterra, la fiesta original ha arraigado de nuevo.
La imagen de niños norteamericanos correteando por las
oscuras calles disfrazados de duendes, fantasmas y demonios,
pidiendo dulces y golosinas a los habitantes de un oscuro y tranquilo barrio,
ha quedado grabada en la mente de muchas personas.
En esa noche los espíritus visitaban las casas de sus
familiares, y para que los espíritus no les perturbasen los aldeanos debían
poner una vela en la ventana de su casa por cada difunto que hubiese en la
familia. Si había una vela en recuerdo de cada difunto los espíritus no
molestaban a sus familiares, si no era así los espíritus les perturbaban por la
noche y les hacían caer entre terribles pesadillas.
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